CAPERUCITA DE LA SIERRA NORTE (2007)
Es viernes por la mañana. Tienes clase hasta las doce.
Tú vendrás de clase en el instituto de tu pueblo. Estas en el último curso, pero ya debías haber terminado. Llevas un año de retraso. Pero te lo pasas muy bien. Eres Caperucita Roja. Vives en una aldea cercana al Pedroso.
Cuando llegues a casa tu madre te estará esperando. Lo de siempre. Tienes que llevarle a tu abuela –tu madre se empeña en llamarla la “abuelita”- la compra del supermercado. Siempre lo mismo: fruta, algo de carne y las latas de cerveza que tanto le gustan.
Saldrás de tu casa y tomarás el camino a la derecha. Es el que va al bosque, más corto que el camino forestal y tiene su aliciente. Ve rapidita para que des imagen de jovencita alegre en un hermoso día de primavera. Porque, en efecto, estás en primavera.
No cantes ninguna canción y menos tirolesa, por favor, sería como destrozar el escenario.
Sigue así hasta que llegues al riachuelo. Descálzate e inicia el paso a la otra orilla. Observa allí una figura que se oculta tras unos arbustos. Sientes un cosquilleo en tu interior. Buenas vibraciones. Ambivalencia: deseo-rechazo.
Os conoceréis en el momento en que estés saliendo del agua. Te estás poniéndo tus zapatos. Inclínate como si fueras a caer. Él, oculto tras una mata de jara, te ha estado observando. Salta para evitar que caigas. Te sorprendes. Apóyate en su brazo.
Di, mientras mantienes tu mano sobre su brazo:
––Gracias.
Él te mira. Te sonrojas.
––¿Estás bien? ––Te dice.
Os miráis a los ojos.
––Si. Gracias.
Lo sueltas, y camináis juntos unos pasos.
Os estáis mirando furtivamente. Es el olisqueo primigenio. Tú bamboleas la cesta de las provisiones de la abuelita.
Él te toma del codo.
–– ¿Dónde vas? ¿Cómo te llamas? ––Te dice.
––Me llamo Caperucita, voy a casa de mi abuela, bueno, mi “abuelita”, que vive al final de este camino, antes de llegar a la pista forestal.
––Te acompaño. Yo voy hacia allá. Conozco a tu abuela de verla algunas veces en su huerto. Yo soy el lobo. Bueno, soy el sustituto, porque el de verdad lo hirieron ayer unos furtivos y está en el veterinario. Nada grave, parece. Mi nombre es Ernesto.
Lo observas y te alegras por una vez de que ocurran accidentes de caza. No es precisamente un lobo.
No muestres mucho brillo en tus ojos, contente.
Continuáis andando por el bosque. Los pájaros cantan, el cielo está radiante, las hojas de los árboles tamizan la luz solar y un clima de acogedora serenidad os envuelve. Sopla una brisa agradable. Aproxímate a él. Te pasará la mano por la cintura y te oprimirá contra su cuerpo. Identifica las plantas, los sonidos, los olores y los va describiendo de tal forma que hace que te sientas parte de la naturaleza que os envuelve. Se hace inevitable: os besáis con hambre de siglos.
Ama a la naturaleza y es atento contigo. Es difícil encontrar un lobo más completo.
Diez arbustos, ocho pájaros y cuatro ranas más tarde estaréis acomodados sobre un lecho de hojas. Haréis el amor hasta el anochecer.
Él se vestirá y esperará a que tú lo hagas. Antes de terminar abrázalo y dale un beso final. Luego termina de vestirte. Tómalo de la mano y sigue hasta llegar al camino forestal.
Antes de cruzarlo te señalará una cabaña de madera, situada a pocos metros de distancia, en una pendiente cercana junto al camino.
–– Aquella es mi casa. Vivo solo.
Os besáis fugazmente y luego tú atraviesas el camino, llegas a casa de tu abuelita y llamas a la puerta. Pasas la noche con ella y el sábado por la mañana vuelves a casa.
*** *** ***
Desde entonces, todos los viernes sin excepción sal del instituto de tu pueblo y con una diligencia moderada, para no alarmar a tu madre, llévale las provisiones a tu abuelita.
Casi cuatro meses despues, la Dirección General de Bosques Forestales comunicó a Ernesto la jubilación anticipada del anterior lobo titular y él se prepara los temas. Después él gana el concurso restringido. Tú tienes que tomar una decisión. Piénsalo.
Alejandro Cotta
Ya era hora de que alguien reivindicara la bondad del lupus, que siempre aparecía como el malo de la película, fuese ésta de la índole que fuese. Lo que ya no me queda tan claro es lo que pensará Doña Concha al respecto.
ResponderEliminarCosas de la vida.
corre el rumor que Doña Concha leyó esta historia e inmediatamente llamó a la Abuelita para que controlara discretamente a la niña, que despues pasa lo que pasa...
ResponderEliminarGuay, tío, me'ncanta. A mí me han dicho que la Tía Blasina le ha pedido a Ernesto el teléfono del que se ha jubilado!!!!!!!!
ResponderEliminarTa'salío redondo dolega ¡¡¡¡Viva Caperucita Escarlata!!!!!!!!!!!!