Poemas

(La señora Sinde y un poema)

CUALQUIERA CANTA UN CANTAR

Hasta que el pueblo las canta,
las coplas coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.
Manuel Machado.

    *   ^   *



Propósito

He llegado hasta aquí
-pirineo misterioso y diverso-
de la mano el ánimo
y en brazos del espíritu,
los vientos sosegados del poniente.
Con el deseo anclado en la espesura
de los árboles altos, más erguidos
que aspiran a las raíces dorados de los montes,
con el único afán de reparar columnas,
fracasos que amamantan el derrumbe
pausado de mi vida;
para buscar tu acento, tu lenguaje
y tu verbo escondido a los ojos del tigre
-más expuesto a los hombres en claves
                                                       permanentes-,
que me hable de Tí
acerca de mí y de mis contemporáneos
sucesos cotidianos,
las sangrientas batallas de los días.

(Malostiempos para la sed del espíritu).

Vengo con la mochila honda, retenida
a la espalda que rige mis extremidades,
cargada con la angustia que siempre
me asfixia y me sofoca
cual un enfermo grave ingresado en la UCI.
Llego
para vaciar la náusea del tiempo
ya vivido. Mis habituales desordenes,
la fatiga del cierzo que nos amaina.
Busco el silencio y la paz
florecida de los ciervos, las águilas
impasibles, tu matriz humanista
perdida en la impotencia del caos de la noche.

Quiero lavar mis labios,
las obstruidas arterias y mis nervios,
y volver al espejo brillante de la infancia,
un corazón de risco que se deshaga en lágrimas,
mi faz adolescente
del verano festivo del recuerdo,
para ofrecerte a Ti -Oh Creador del mundo- el llanto
recienamanecido en el umbral de los ojos.

La fe se me acrecienta hoy en la garganta,
se estaciona fluvial en mi costado,
-doliéndome-,
como las piedras de un río subterráneo
que palpitan por oscuras orillas.

Mas potentes y decisivos,
son ya los brazos que me impulsan
de nuevo hacia la luz.


(Del libro Gozos y huellas del paisaje de Onofre Rojano, publicado por Ediciones Vitruvio)


Con el permiso de Doña Concha y confabulado con algún que otro bastardo, ahí va ese poema, extraido de La página de Arruillo.

¡AY DE LOS QUINCE AÑOS!
¡Ay de los quince años!
De esos poemas
brotados
como flores de primavera.
Esas rimas viscosas
rebosantes de candor.
La amada,
el desengaño,
los primeros contratiempos,
las ansias de inundar
el mundo de poesía.
Quince rosas
desbordantes,
incapaces de ver
sus propias espinas:
preocupadas tan sólo de difundir
aroma y color.
¡Ay de los quince años!
No os tengo añoranza
por vuestra juventud
ni por vuestra fuerza;
os añoro
por la inmensidad
de las horas
de esos días de entonces.
¡Que buen momento
para hacerse profesional del poema!
Para vivir sin más
desde el primer al último
verso.
¡Ay de los quince años!
No quiero,
yo no quiero darle marcha atrás
al tiempo; ni llevar mi
experiencia de ahora
a la bisoñez de antaño.
Quiero que sean
quince caldos de cultivo
para dentro de quince años.

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