lunes, 8 de noviembre de 2010

Doña Concha Writer Alkaparra: vida y obra ( Idos )

DOS DESEOS Y UNA MANÍA ( 2 )
... con lo que el Ayuntamiento no permitía tocar ni una de sus hojas.  
La tía Encarna, harta de esperar durante más de tres décadas el
cambio de tornas en el poder municipal, determinó, a sus ochenta 
y cinco años ,indignada, que había llegado su hora y se murió sin
más dilación. Hubo de ser enterrada en una caja de contrachapado
color  pino de la funeraria de la comarca.
         En cuanto a la manía, consistía en quitarse años. Era tal su obsesión que cuando tenía que decir su edad lo hacía con truco y sobreentendidos, sólo al médico de la familia le decía abiertamente la verdad y porque lo conocía desde pequeña y no quería hacer el ridículo. La manía le comenzó a los treinta y dos, tras el susto que le dio la primera y tenue arruga que percibió en su rostro una mañana de verano. Aquel día no bajó a desayunar y se quedó el resto de la mañana mustia y meditabunda en el lecho conyugal, contemplaba las arrugas de las sábanas de hilo, estirándolas por aquí para que al cabo se formaran pliegues por allá. Allí engendró su manía y ya a la hora del café pudo decir que tenía “veintitres invertido”. Con el paso del tiempo fueron “cuarenta y cinco invertido”, “cincuenta y seis invertido”, ... lo pasó regular a los ochenta y cuatro, … no era creíble.
          Cuando cumplió noventa años, difícil de invertir por cierto,  
su hijo se empeñó en que fuera a vivir con él. Ella pensó que sería
 su oportunidad final. Si su manía era casi insostenible y su deseo
de ser enterrada en un ataúd del castaño centenario, ilegal, cabía
la posibilidad de que la cercanía diaria con su hijo produjera el
efecto por años deseado: el cumplimiento de su primer deseo. Ya se encargaría ella de buscar las candidatas adecuadas. Y allá se fue.
       Mas en aquel precioso lugar, en aquel fastuoso chalé y aunque su hijo, el secretario de su hijo, el jardinero, el chófer y todos los demás estaban pendientes de ella y volcados en hacerle la vida lo más agradable posible, aunque había conocido a toda la alta sociedad de entre los lugareños y a señoras muy respetables sobre las que había insistido a su hijo, Doña Concha se sentía desasosegada y algo triste, pues a su memoria venía cada vez con más frecuencia... (continúa en Dos deseos y una manía 3)

1 comentario:

  1. Ja,ja,ja,ja...La Doña como mi madre, que con 46 años aún decía que tenía 36 ¡pero los aparentaba! ¡Qué guay la doña Alkaparra!

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