ENDESA ME HA ESCRITO UNA CARTA
Fue en mi cumpleaños cuando empezó todo. Ese día nuestra antigua y entrañable Sevillana de Electricidad, luego fagocitada como ENDESA, me envió “un técnico”. Más felicidad no cabe, como ustedes pueden comprender. Que una de las primeras empresas de nuestro país te envíe nada menos que a un técnico no le sucede a cualquiera. Ese día me puse el traje azul marino y la corbata de las bodas y funerales. El acontecimiento se lo merecía.
A las 13,30, con puntualidad germana, él estaba allí, inspeccionó enunció algunos reparos me comunicaría telefónicamente en días posteriores y luego se marchó. Yo quedé extasiado. La felicidad era completa. Me había visitado un técnico de la empresa señera y me iba a llamar en breve, a mí, a un usuario insignificante. Ese fin de semana no pude casi conciliar el sueño.
El lunes por la mañana el teléfono enmudeció. El martes llamaron de algunas compañías de con su inoportunidad característica. El miércoles el electricista me dio la noticia: la empresa señera me había escrito una carta.
Seguramente, en ese momento cometí ante algún dios voltaico, un grave pecado de soberbia porque pensé o creí haber entendido que se trataría de una carta certificada que me entregaría el cartero en mano, previa firma acreditativa de que yo, insignificante usuario, había sido receptor de tal misiva. La tozuda realidad se impuso: no había carta certificada, sino correo ordinario y date por contento. Pero Endesa me había escrito una carta…
Cuando fueron pasando los días –ya más de veinte- traté de indagar cuando había sido enviada la deseada epístola y sólo conseguí ser reprendido por una voz anónima de la señera empresa que me vino a decir que esperara como todo el mundo. A esta reprimenda le sucedieron otros castigos por mi insolencia: he sido remitido a otros teléfonos “902” de los de pago, por supuesto, y de ahí, con suerte, a otra oficinas y a otras mesas que nada resuelven. He tratado de hablar con el responsable máximo del la servicio e incluso con la Asesoría jurídica o con la Dirección. Me han contestado que no es allí. Siempre resulta que los responsables no están, no oyen, sólo imparten respuesta estándares, nunca hay una persona que escuche a una persona. Nunca es allí donde está quien decide, es más allá, en otro lugar inaccesible. Yo temo que la carta nunca llegue, que se haya perdido en Correo –como ocurre con las que nos envían a seres insignificantes y nada señeros como yo y miles más. Entonces tendría que empezar otra vez a llamar a 902, a esperar que venga un técnico, a que me envíen una carta. Me veo sentado a las puertas de la empresa señera rogándole al portero que me de otro número para hacer cola ante otra mesa –tal vez ante una ventanilla- y el portero y yo haciéndonos viejos hasta la consumación de los tiempos.
Lo paradójico es que somos miles y miles los usuarios de empresas tan señeras como esta que de nosotros viven y nos tratan así.
El usuario no tiene quien le escriba…
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